tranquilidad.
(Del lat. tranquilĭtas, -ātis).
tranquilo,
la.
(Del
lat. tranquillus).
1.
adj.
Quieto, sosegado, pacífico.
2. adj. Dicho de una
persona: Que se toma las cosas con tiempo, sin nerviosismos ni agobios, y que
no se preocupa por quedar bien o mal ante la opinión de los demás.
Una
intangible tranquilidad reina el día a día. Un aparente cinismo parece querer
descubrirse en cada sonrisa, en un mundo que no deja de girar. En su largo
viaje nos remueve a todos, aunque haya quien no se quiera mover. Y no se mueve.
La tragicomedia en la que nos han envuelto parece tener los días contados, mas
se respira inconsciencia, inocencia ante la magnitud de la catástrofe. Las
familias van y vienen, entran y salen, los que se quedaron con sus quehaceres,
se encuentran en dichos menesteres, los anquilosados, con sus historias, los
jóvenes, confundidos y los viejos atados a un mundo y a un tiempo que ya no es
el suyo. La inercia de la cotidianidad es la que va empujando día a día a cada
una de las almas que poblamos estos lugares. El poder del estómago, bajo el
cual subyuga la mayor parte, y el poder del dinero que unos pocos utilizan para
controlar el poder del estómago. El tira y afloja ya aprieta mas que la holgura
por la que respiramos, pronto cercara el pescuezo, mas se masca tranquilidad.
Por las heridas de nuestro hogar salen lágrimas de fuego, acompañando el vals
de la destrucción que tanto bailamos, pero que hace tiempo dejamos de sentir.
Arrastrando un pasado que se convertirá en futuro una vez más, gracias a todos
aquellos que tuvieron la oportunidad de cambiarlo y tan sólo empeoraron el
panorama. Repitiendo errores pasados, pero con la veteranía que supone volver a
calcar, pero más hondo y hondo cada vez. Así resulta difícil salvarse de la
quema, pues todos tenemos que ver. Pero sin embargo, lo que se respira es
tranquilidad, como la serenidad del que sabe lo que hace, pero sin el
conocimiento de saberse útil. Si tan siquiera un poco fuera, aunque fuera por
orgullo, o por puro egoísmo incluso, pero ni con esas. Oligofrénicos del
tiempo, que no ven mas allá de pasado mañana. Verdugos del mañana, amantes de
la destrucción, viciosos del hoy. Encomendados han sido y el pago ha sido dado,
el resultado mejor obviarlo, pero las conciencias conscientes, arrastrarán las
costras de responsabilidad que manchan las mentes, de quien es consciente de la
falta de conciencia.
Todo, en un
mundo que va pidiendo cambio, cambio al que no seremos invitados, ya que cuando
se hizo, seguimos enviciando la espiral de destrucción en la que nos envolvimos, dejando un todo un panorama a nuestro alrededor. Si estamos aún a tiempo o no, es algo que juzgará el futuro.
Pero
mientras, se masca la tranquilidad, cuando en el mundo reina la convulsión.
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